viernes, 31 de octubre de 2008

un día después el sueño se hizo realidad. El llanto en mi sueño. Un llanto ahogado que me remite a mi infancia. Aquella ocasión cuando mis padres se fueron un par de días y me dejaron con mis hermanos mayores. Sentí tal abandono de mi madre que lloré los dos días. Mis hermanos no sabían qué hacer conmigo. Creo que eso mismo vio mi hermana. Mis azotes infantiles. Sólo que esta mañana soñé que mi madre ya no estaría más conmigo. Y mi padre estaba cerca de mí, listo para sacarme de las reacciones convulsivas que solían darme de niña. En realidad, era el berriche, luego, esa sensanción de ahogo. Papá estaba ahí y yo lo mira suplicante: ¡Mamá no puede irse! ¡mamá no!, pero mi madre ya se había ido y yo despertaba. Y era cierto todo. Despertaba en el sueño. Y entonces lloraba, lloraba, lloraba y lloraba.
*
A lo largo de nuestras vidas firmamos una sucesión de innumerables pactos de amor, que se desprenden de un beso, una mirada o simplemente una palabra. La interminable búsqueda de esa otra mitad que nos espera en alguna parte, pasa en realidad por compartir escenas y hechos de lo cotidiano, que nos revelan las virtudes y defectos del otro o la otra que ocupa el espacio del amor anhelado.

Saber amar se convierte entonces en saber compartir y valorar los detalles que forman nuestra identidad, hasta que un día la identidad del ser amado y la propia no se reconocen la una sin la otra.

Los frágiles hilos con los que se tejen todas las historias de amor en el inquietante movimiento de la cotidianidad.
*
hoy concluye un gran proyecto. Mi diplomado sobre diversidad sexual.
9 meses de lecturas, de preguntas, de elaboración de ideas. Una gran elección para aproximarse a lo que uno es desde otra óptica. Ahí en lo individual. Ahí en lo social. Es una satisfacción haber llegado al final. Intimidades transformadoras. Cuerpo erótico y cuerpo político. Coordenadas teórico de la relación entre sexualidad y producción cultural. En fin. Algo ya se modificó en mí.
*
Padre mañana te veré y no quiero que mamá se vaya contigo.

jueves, 30 de octubre de 2008

Trabajo en colectivo en el seminario. La lectura de un texto. Casi todos tardaron más de hora y media en leerlo. Yo, cuarenta y cinco minutos. Tiempo para salir y tomar un respiro, para ordenar las ideas, para estructurarlas. También para un cigarro. La idea en la cabeza: "El mundo colonizado es un mundo cortado en dos" Frantz Fanon, Los condenados de la tierra. El epígrafe. Luego: Pueblos testimonio. Pueblos nuevos. Pueblos transplantados. Pueblos emergentes. Chale, qué chida fue la intervención de Ordóñez. Tres grupos de cinco discutiendo en sano respeto. Él se quedó en mi mesa, sin duda, le atrajó la discusión de una joven ama de casa que hablaba de la defensa de un árbol de ahuehuete. De un Sabino. Árbol de Agua. Un árbol sagrado en plena urbe. Atzcapotzalco. En fin. Ordóñez habló de lo que cada vez me queda más claro, la importancia del conocimiento comuninario en las relaciones interpersonales. Las reacciones. Los espacios donde se reproduce lo social. El imaginario colectivo. La territorialidad. Y hasta concluyó que la falta de quorum se debía al día de muertos. Al rito social. En efecto, la gente que conforma este seminario pertenece a las demarcaciones con mayor número de pueblos originarios. En fin, seguiría con la historia, pero me llama el placer: Cantus Cölln en la Nezahualcóyotl.
Mi hermana mayor me escribe un mail diciendo que soñó conmigo. Que en el sueño me ve llorar y quejarme amargamente. Su preocupación me hace contestarle de inmediato:
*
"andábamos de viaje. Preparamos las cosas para seguir. Entonces (des) aparecía un portafolios de color café. Uno que aún conservó. El primero que compré con mi primera beca monetaria que recibí aquí en la UNAM. Un portafolios de piel que miraba en un aparador una y otra vez. Finalmente lo compré. En el sueño, el portafolios era importante, no nos podíamos ir sin él. Tú lo traías y me lo dabas, al abrirlo en lugar de papeles o documentos había semillas. Muchas semillas. Sentí una tranquilidad inmensa. Y te vi sonreír. Sonríamos las dos. El Viaje. Seguía".
*
Lizy en mi sueño como siempre su presencia le otorga un aire renovador a mi cotidianidad. Esas semillas son nuevas. Ese portafilios es el más amado. Y sé que debo usarlo más. Ahora que los sucesos son adversos y hasta confusos. Ella es una de mis coordenadas fundamentales en mi vida. No sólo es su cariño sino los años en que la visto crecer, dar, dar siempre lo mejor. He aprendido a ser humilde, a callar cuando la prudencia es necesaria. A respetar la diferencia. A amar. Cuando me siento torpe pienso en ella. Algo me salva. Respiro.
*
: estoy en paz no hay ninguna queja en la vida, de verdad, hermana. Te quiero.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Mar de fondo
Al igual que el amor, el mar obliga. Al igual que el amor, el mar engaña. Pedro Salinas lo llamó, con justicia. El Contemplado. Imposible evitar la seducción de mirarlo y mirarnos; difícil enfrentarlo y no establecer analogías que van de los sabios lugares comunes nacidos con la sangre, a los poemas meditativos donde el mar se transforma en símbolo de viaje interior, de alabanza ensimismada. Hiperbólico y tiránico, como el amor o la muerte, el mar exige poemas, del mismo modo en que reclama víctimas, naufragios, pero a cambio nos ofrece vastedades celestes, inflamación de nubes, epifanías donde pone de manifiesto sus bondades de primer motor de la existencia. ¿Quién que se enamora no es poeta? ¿Quién que se enfrenta al mar no se transforma en la poesía? Vicente Quirarte: Peces en el aire altísimo: 1993.
Leí este ensayo de pie. De inmediato, llegó a mi mente el nombre de Francisco Hernández, a quien Quirarte páginas siguientes, ofrece con Mar de fondo. Recordé entonces mi obsesión por su poesía. Mi tránsito por la facultad. Mis intentos frustados por escribir un ensayo decoroso. Prefería entonces la exposición frente al grupo. Cada alumno del seminario elegía a su poeta favorito. Y seleccionaba un poema. John Keats. William Blake. Oliverio Girondo. Jorge Luis Borges. Sor Juana Inés De la Cruz. José Emilio Pacheco. Rubén Bonifaz Nuño. Entre otros. Debía dar razón del autor y del poema. Hubo exposiciones ricas en contenido bibliográfico, en citas. Poemas fascinantes. Metáforas. Inclusive Ricardo Jara se aventuró a presentar una traducción: Two English Poems, de Borges. Excelente. El poema y su traducción.
Tenía en mis manos un libro: Poesía reunida, que leía con vehemencia. Había memorizado ya algunos poemas. No dudé en mi elección: XIX La cama se desliza por un mar sin sueño./.../Una ola, la misma de siempre, lame los bordes de la almohada/.../En el mosquitero se retuerce una vaca marina./ XX. .../Doy mis primeros pasos sobre la cuerda floja de la convalecencia. Camino hacia la luna del ropero, miro mi palidez de azogue, mi cabello revuelto y largo, las cuencas inhabitadas de los ojos./.../Una alondra me dice que estamos en primavera./La calle es un largo delirio hacia el futuro./La casa, una pompa de jabón frente a una espina.
La locura no fue un tópico que apasionara a los jóvenes de mi generación. Estaban instalados en acreditar los últimos cursos de la carrera. Y la carga escolar, la mayor parte de las veces, terminaba por animorar la pasión literaria. Así que mi selección poética no movió a nadie, más que a mí. Todos aprobamos el Seminario.
La frontera del lenguaje, lo indecible; aquello que la palabra no alcanza a encarnar ha sido la constante en mi búsqueda y encuentro con la poesía.
La pasión amorosa hoy toca mis huesos, los tritura. Hoy, encarno mi propia locura amorosa, tan atraíada por una sola mujer, la Griega: Quiero cerrar los ojos para verla/para decir, sobre las urnas del insomnio:/la criatura nocturna se desnuda/y flota sin cesar en el lenguaje.
Regreso al Mar de fondo
X
Paura no tiene coño: tiene un molusco atroz entre las
piernas, un coral palpitante, un fruto que perfuma mis
víceras y el aliento de los tiburones.
Cuentan que fue muy bella en su primera infancia.
Dicen que su pelo servía de faro en noches de tormenta
y que su lengua salvó a más de una tripulación consu-
mida por el escorbuto.
Hay tonos en su piel que destrozan las redes.
Sus pezones señalan a quienes van a perecer ahogados.
En su culo profundo anidan cormoranes.
Ella es el premio con que sueñan arponeros mutilados,
buzos dementes y gavieros incógnitos.
Gélida, su espalda cuelga del cuello. Y su efigie picotea
mis labios abandonados en la playa.
XI
A una mujer que va de viaje al mar es inútil llenar de palabras.
...
A una mujer que va de viaje al mar no le hablen de la tierra
firme ni de los muelles del estado de gracia. No le
instrumenten fados ni le esculpan mascarones de proa.
Porque a una mujer que va de viaje al mar, llámese
Paura o Escafandra, se le ahogan los sueños.
Francisco Hernández
Otro Ulises les canta a sus sirenas
"Aquí no llueve ni hace frío", me repito mientras un fluido cristalino resbala de mi nariz. "Es sólo tristeza". Mis ojos lagrimean cada vez que doy vuelta a la página. He estado leyendo sin parar. Me he preguntado si ya has mirado el texto que subí hace un par de días al blog. Desearía leerlo contigo en voz alta. El texto pertenece a una novela que ya casi termino.
La nostalgia había comenzado a helarlo. No quería irse. Se sentía demasiado unido a esa mujer, a su grandeza y a su intensidad y a su tremendo egoísmo. Sobre todo a su egoísmo. Pegó el oído al pecho de Julia y dentro de él escuchó el murmullo del viento, que iba llevándose todas las hojas, las muertas y las que aún no acababan de desprenderse de las ramas: verdes, brillantes. Debía hacerlo. Sí, debía marcharse. No volvería a verla. Había sufrido tanto que a veces el dolor no lo dejaba respirar. Era esa asfixia de la desesperación: el aire le quemaba al penetrar en sus pulmones. Pero ya no más. Ya no. Tenía que irse. Julia y Gregorio se quedarían juntos y solos. Se quedarían hasta el final. Arderían al pie de sus muros.
Me duele. No lo escribí. Lo busqué con la certeza de hallarte en sus líneas. Me dueles. Si me preguntas por qué tanta obsesión, no tengo respuesta. Cuando recibí tu correo estaba justo en su lectura. Me siento confundida, ya no distingo a los personajes de tu pasado, de los de tu presente. Y, lo peor, ni yo misma sé el lugar que ocupo en tu vida.
Leo lo que acabo de escribir, ¿a qué te suena? Melancolía. Y esta sensación de no tener historia. De vacío.
Caminar por calles
de niebla nocturna
con tu nombre en los labios
y la ilusión sin nombre
del que sin saberlo
ha entrado en combate.
¿En qué momento te perdí?
¿Luz, sabes quién es el autor?
...estaba triste otra vez, desilusionada de sí misma, empobrecida por lo que había pasado con Bodo. ¿Por qué no fue capaz de pedirle que se fuera? ¿Por qué aceptó vivir algo que a ninguno de los tres hacía feliz?
Pero se sentía enamorada de Gregorio y por eso, por encima de su tristeza, sonreía. Esa noche durmió con él, los dos solos. Bodo se quedó borracho otra vez en la sala, cubierto con una cobija que Julia le puso encima como si hubiera sido su hijo.
Gregorio la tomó a ella de la mano y la llevó a la recámara. Fue una sorpresa que se portara así. Y no era por el alcohol. Estaba sobrio. Una ternura muy humana, de hombre terrenal, lo envolvía y lo saturaba. Él mismo acabó por rendirse a aquello. Se rindió a la animalidad de Julia, al ardor intoxicante que se desprendía de su cuerpo. Se rindió al placer de sentir cómo su lengua se abría paso entre los labios de ella, cómo se apretaba contra el filo de sus dientes. Y ella lo desvistió y se puso a acariciarlo con toda su piel, lentamente, sin pensar en lo que seguía después, extraviada en una especie de hervor pasivo, interior.
Pero él no quería esperar ni quedarse quieto. Él también ansiaba besarla toda, contemplarla, dejar que su memoria tomara instantáneas de ese encuentro para cuando ya no hubiera otro, para cuando sólo quedara eso --los registros mentales-- en medio de una oscuridad ya sin fin.
La acomodó sobre la espalda y después boca abajo, sobre un costado y sobre el otro, desmadejada, con las piernas abiertas y luego juntas, con los ojos entornados, mirándolo. Así hurtó su memoria todo cuando en ese instante era ella: su boca entreabierta, la curva de sus brazos, los hoyuelos de sus rodillas y la lisura de sus piernas, el molusco inflamado que babeaba entre vellos serpentinos y herbosos. Julia era una mar honda y secreta y en su interior habitaban pulpos, medusas eléctricas, peces de muchos colores que respirban un agua suave, proteica.
Después de mucho tiempo, se entró en ella. Se entró conmovido hasta lo más hondo, estremecido. Tuvo la certeza de que sólo cuando llegaba al interior físico de Julia, cuando lograba abismarse en ese alvéolo de calor y voracidad y ardorosa ternura, podía conectarse con los circuitos de poder de su propia alma, con su destino, con lo que había sido en una oscura infancia, antes de todo lo triste y todo lo sucio.
Y Julia lo recibió así, sabiendo esto de alguna manera. Lo quería. Se lo dijo, se lo dijo tantas veces en esos momentos. Se lo dijo en el odído, en el pecho que se mordía quejumbrosa. Habría hecho todo por él, lo que él le pidiera. Así era el deseo de ese hombre maravilloso: una fuerza capaz de vencerlo todo, un filo de espada contra el cual se desgarraban la soledad, la derrota, el miedo, la inercia. Ni siquiera la memoria con su arrastrar de cadenas podía hacerle frente. El deseo de ese hombre era una llama que alcanzaba todo.
Julia sentía un temblor de fiebre que empezó a nacer en lo más oscuro de su carne, fulgurante, y fue creciendo, sollamándola, hasta convertir su cuerpo en el látigo que un brazo invisible hacía estallar una y otra vez en espumarajos de cólera. Arrebatada, ebria, le pidió a Gregorio que le mordiera los pezones mientras la tomaba. Él comenzó a hacerlo suave y cuidadosamente, como si sólo se valiera de los dientes para chupar mejor. Ella detuvo el movimiento de su pelvis y apartó a su amante para mirarlo a los ojos. En las pupilas dilatadas creció un anillo de negra luz. Una sombra atravesó el espejo y se perdió hacia lo más profundo, dejando la huella de un fulgor helado. No era su mirada, era otra, venida desde muy lejos.
¿¿¿¿????
En el hoy y mañana y ayer
"Las maravillas y miserias del amor. Sus oscuros fulgores, sus catástrofes. Caminar por el filo de la pérdida". Esto escribe Juan Gelman, poeta argentino, avecindado en México. Empecé a leer esta mañana: "En el hoy...". Me paralizó el epígrafe. Por segundos recordé a Ileana, recordé su osadía: llegó muy lejos. Llegó a mi corazón. Un corazón de por si roto y lo iluminó, luego desapareció. Oscuro fulgor. Ahora sí estoy caminando. Cuántos días sin poder dar un paso firme. Lento, lentísimo paso. Observo mi andar: una grieta más. No hay duda: camino por el filo de la pérdida.
Por lo menos tengo esto, mi propia manera de entender la belleza; la maravilla que es el amor; la miseria cuando nos deja. Y otra vez, estoy sola reinventando un corazón. La tarde, mi tarde espera: treinta seis escalones. Una habitación. La melancolía. El silencio.
Ayer se fue; mañana no ha llegado;
hoy se está yendo sin parar un punto:
soy un fue y un será, y un es cansado.
En el hoy y mañana y ayer
Francisco de Quevedo
El Poeta
Percibal Aldulcín
in memoriam
el encuentro
: Literatura y Arte. Estoy segura que fue en alguna de las clases de Mirta Bicecci donde te conocí. Era un placer escuchar tus participaciones en su clase. Tus razonamientos en torno a la guerra, a la locura y a la creación. Nadie nos presentó. Y las clases siguieron sin saber tu nombre y apellido. Rubio. Alto. Ojos claros. Voz Poética. Inconfundiblemente. Poética.
Lingüística, Historia Literaria I (I-II), Historia Literaria III (I-II), Lengua Extranjera V-VI, Seminario de Investigación Literaria, es decir, mi segundo y último período en la carrera, juntos. Leyendo (buscando lo mismo, supongo).
Las nuevas amistades. Los amores ridículos. Confudías sus nombres: a Azucena, la llamabas, Marcela. Y a Marcela, Marcela.
La complicidad: Brenda Martín del Campo, la de los Mochis, te acuerdas. Me abrazó. Una mentira piadosa. No era mi cumpleaños. Y Bernie, enamorado de ti, te obsequió una trusa roja. En tu no cumpleaños ¡Saliste corriendo!
*
Los diálogos interminables afuera de la biblioteca de la facultad. La fuente dejaba de funcionar. Las luces se apagaban, entonces el señor que cerraba las puertas se acercaba. Te miraba suplicante: "sólo apriete bien el candado cuando salgan". Salieron sí, muchas confesiones. Ni tú ni yo le pusimos candado a nuestros secretos.
*
Tu obsesión: Ana.
*
La poesía se desbordaba por tus labios. Cuántas metáforas vivas, experimentales, construías con sólo mirar la luz verde de un semáforo.
Y caminábamos lento porque No queríamos llegar a Ningún Lugar.
Y caminábamos lento porque No existía Tal Lugar.
Y caminábamos lento porque No había Tiempo.
Y caminábamos lento porque No existía el Tiempo.
Las horas. Las horas. Las horas. Las horas de junio.
Las horas eran poesía en tus labios. En tus manos.
*
Llegué a tu casa. Un ortóptero tridimensional nos dio la bienvenida. Fingimos no verlo.
Una motocicleta antiquísima instalada en el no-garage de la sala.
--¿Un trofeo? --te pregunté.
--De mi padre --la miraste orgulloso.
Un librero (de película muda). Silencioso. Todo estaba sepultado por la inexistencia del Tiempo.
Parecía que sólo tú y el cucarachón kafkiano eran habitantes de Tal Lugar.
Afuera
Hombres Travestidos. ¿Prostitutas? Alegres. (Des)coloridas
te ofrecían de sus labios: las buenas noches. La Gorgona.
Edison, era Tuya.
*
Una noche me embriagué en casa de Irlanda.
(esa noche fui una Mujer Torpe) (esa noche fui una Niña Asustada).
Tú, el Gran Espectador.
Mi Cuerpo. Divagó. Extraviado. Desnudo.
Esa noche. Fui La Mujer Torpe de un cuento infantil.
Tú, el Gran Espectador.
*
La bebida nos exorcizó.
Besé la Tierra.
Esa Noche invocó la confesión primera. Tu madre
envuelta en cables eléctricos. Un padre celoso. Loco.
Esa Noche, mi llanto rebotó como piedra sobre él.
Fui entonces tu madre. La niña que lloraba avergonzada. Sin consuelo.
"No soporto ver a una mujer llorando", dijiste.
"No soporto tu llanto. No soporto el llanto", repetiste.
Besé la Tierra.
*
London en tus labios era un poema visual:
In every cry of every man,
in every Infant's cry of fear,
in every voice, in every ban,
he mind-forged manacles I hear
*
Percibal, ¿existió algún desencuentro? ¿en qué momento dejamos de estar tan cerca?
(fue acaso cuando te convertiste en vegetariano) (o cuando tu intuición de macho, te dijo que algo tenía que ver con alguien que deseabas sólo para ti)
*
Percibal, Percibal, Percibal, qué misteriosos son los caminos de la vida.
Ella nos amó. A los dos.
(Y no sé a cuántos hombres y mujeres más).
Fuimos únicos. "Siglos de Oro", recuerdas.
*
¿En qué momento empezamos a estar tan lejos?
Aprendimos a volar, (Sí, fue eso), aprendimos a volar: juntos, Los Tres. Volamos Muy Alto.
Girondo, Girondo, Girondo
Sabines, Benedetti y tu siempre voz poética.
*
But must through midnight streets I hear
How the youthful Harlot's curse
Blasts the new-born Infant's tear,
And blights with plagues the Marriage hearse.
*
Alguien murmuró tu nombre
Alguien murmuró silencio
Alguien murmuró blessing you
*
el (des)encuentro:
tu suicidio.
Las horas
A pesar de todo. A pesar de que hayan transcurrido cinco años de separación entre lo que fuimos y ya no somos. A pesar de que estés a cientos de kilómetros de distancia. A pesar de que en un mail me anunciaras tu nueva condición civil: "por cierto, me casé". A pesar de que ya no seas más LMJ y ahora, simplemente la señora A. Sin duda, una mujer diferente a quien no conozco. A pesar de que me compartas las fotografías digitales de tu último verano en las montañas. Vistas magníficas de una zona rocosa. Un lago. Seguro no faltó la fogata nocturna al lado de tu marido enamorado y tu hijo. A pesar de todo, sí, a pesar de que la lluvia de estos días me devuelva tu rostro en cada mujer que cruza mi camino. A pesar de detener los pasos y mirar de frente, ninguna de ellas es LMJ. Ninguna tiene esa mirada triunfante. Azul. A pesar de todo, sí, agosto nace contigo y no a la inversa. Agosto también termina con la luz cegadora de tu cuerpo desnudo. Perfecto. A pesar de todo, sí, desearía regresar el tiempo, las horas. Las horas en que no escuché tu voz, dejé acariciarme por tu lectura tortuosa Small Female Skull hasta que la cinta se estropeó. Las horas en que reconstruí tu pasado leí Tan oscura. Las horas que dialogaba contigo escribía extensos epistolarios. Conversábamos. Mi insomnio desaparecía. Las horas nos sorprendían al amanecer. Era un ritual llevar esas cartas al centro de esta ciudad. Al llamado Palacio Postal. Las horas en que desapareciste. Formulé hipótesis, fórmulas aleatorias como si uno pudiera controlar la vida del otro. Ni el metereólogo más versado, podría establecer el pronóstico exacto del tiempo. Las horas otra vez. Un cuento de niños o mejor dicho, de niñas. "mañana jugamos otra vez". Y ese mañana nunca llegó. Y entonces amsterdam62 fue el depositario de mis visiones nocturnas. De mis enojos. De mis miedos. De la soledad. Del vacío. Alguna vez me preguntaste por qué tanto azote. Seguro porque a pesar de todo, yo si me creí el juego, perdí.
Sobre las ruinas del alba,
donde buscamos
--perdida la realidad del sueño tras el arcoiris--
la momentánea fragilidad de una caricia,
el rostro en que dibujamos con miedo la última
sonrisa
habita.

Él vive.
Nosotros sólo transcurrimos.

El ángel del poema
Vicente Quirarte
XXIII
Ser insomne es desdoblar el tiempo, imantar-
lo. En las páginas voraces de la noche, yo he
podido contemplar el mundo, todo hombre se
abandona y se desmuere. El sueño se convierte
en un sacrificio, una bella inmolación del cuerpo
errante. (...)
Tender un umbral de puentes entre tu sombra y el tiempo
Sembrar en tu sombra un eco de presentes

Federico Patán
XVI
Dicen que el suicida es un cobarde. No. El
suicida es el orfebre de la noche, un insom-
ne antiguo, delirante, el más bello antropófa-
go del mundo. Sí, sólo aquel que repta con el
alma hinchada de hipotermia sabe que se eva-
poraron las promesas, que en sus fauces ya no
hay nada, ni siquiera un resto de saliva para
decir adiós. Aquí, sólo arcángeles famélicos
atestiguan el silencio, llevan una cuerda atada
al cuello, y sus ojos son dos úlceras que san-
gran. Todos están solos, desiertos, pestilentes:
los hombres, los ángeles, los niños y hasta los
muertos. Todos los locos y alienados por el frío, por
el hambre, por la más letal desgana de existir.
Corazón de Medea
Cuando extrajo de su muñeca la vena más delgada y la ató al ombligo, en suave torrente se fue diluyendo la alquimia de su cuerpo:
--Busqué la muerte en el umbral de una nube. Dentro, la luna paría mi dolor. No había nada fuera de aquel tiempo. Ahora me he detenido a tiritar mi locura... ya no te amo Amor.
Y un grito secó se perdió en el Amanecer.
GM
Desde otro cielo
Es levísimo murmullo el grito. En el cuenco
de mi boca, un beso lírico se arrastra y me hu-
medece el canto. ¿Cómo hablarte desde aquí
si mutilaron cada miembro de mi voz? ¿Cómo
recordarte que en las manos llevo un mapa y
una brújula para ver si me extravío de esta mi
locura de sin ti?¿Cómo, si tu cuerpo está tan
lejos de mi abismo, allí donde lo veo y no lo
toco? ¿Cómo, si en tu cielo hay niños pecado-
res y pájaros sin lluvia y en el mío mariposas
que olvidaron que volaban, migas de libélu-
las y nubes lloradoras? Tal vez si me lleno la
mirada de silencios, si me arranco las antiguas
cicatricies y ornamento tu tristeza con el hilo
de mis venas, tal vez si me anudo los retazos de
la lengua al arco de esa viola que olvidaste, sólo
así sepultaré todos los barcos. Sólo así renace-
rán las jacarandas.
XXI
Mis ojos: pájaros sonámbulos bajo una lluvia
triste. Vagantes. Rendidos náufragos de luz y
nocturnales utopías. Buscan el reflejo de algún
sueño a tientas, el iris más violeta cada vez, las
pupilas dilatadas. Mis ojos --cadáveres desnu-
dos-- ahogan su orfandad en tu mirada.
XX
En las horas inaugurales del insomnio, me
despojo del disfraz, del gesto suavizado del
hartazgo, de la carne húmeda de tanto amor
mundano. Bajo el cielo de la casa --habitada
por las sombras del más zurdo desconsuelo--,
todos los silencios me resuenan en el cuerpo
y en la cara: el olor del polvo y la hojarasca
en la mandíbula, la tardanza de la muerte en
los ovarios, tu recuerdo... tu recuerdo se me
astilla en cada vértebra, se evapora en mis pul-
mones y es la huella que me roza el fémur y la
aorta. Todos los silencios me aniquilan. En las
horas inaugurales del insomnio, cubro de ato-
nías mis ojos para no gritar las lunas que me
aquejan, para no beber del cáliz de la huida ni
añorar el barro de tus manos, pero esta soledad
felina gana siempre la batalla, es inútil la parti-
da: nombrarte es sucumbir ante el desvelo.
XII
Yo no sé de la infancia
más que un miedo luminoso
y una mano que me arrastra
a mi otra orilla
AP

Sentada está la niña en el recuerdo de la in-
somne. Sentada y sola, mudísima: sin boca,
sin palabras, con la cicatriz de los silentes en la
cerviz. Violenta la memoria de mujer. No pue-
de nombrarse desde dentro, no sabe morirse
ni olvidar. Dientes fragmentados, lunas en el
vientre, y esa voz de agua que no sangra, que
murmura los suicidios de los pájaros, que re-
vienta el luto de las alas en los dedos. ¡Tempes-
tuosa náusea la del viaje hacia el ayer! ¡Oscuros
los naufragios en el alma de la niña! Ya sus ojos
van lumbrando las espinas, va tejiendo con la
vulva hilos de pus y vacuidad, va buscando los
espejos y la muerte. Pero está sentada, sentada
y sola, mudísima: criatura seducida por el llan-
to de la noche.
DC

viernes, 24 de octubre de 2008

Es la segunda vez que su mirada me interroga. Evado sus preguntas con una caricia en sus labios. No es un beso. Los dedos de mis manos rozan la comisura de su boca. Ella entonces acerca su cuerpo al mío. Nos une el silencio.
*
Cuando la abrazo pienso en su primera revelación: el hombre que la poseyó. Un librero. "Él tiene más libros que tú". Me describió cada una de las estanterías. Los rincones. La sala de lectura. Los libros que miraron y guardaron sus secretos. Lo envidié.
*
El deseo por poseerla crece cuando la observo detrás del cristal en medio de líneas horizontales y verticales.
*
Mujer de letras.
*
Mi cuerpo tiembla apenas sus brazos me alcanzan. Sus manos serpentean mi espalda. Tocan mi cabeza con ternura y la acerca a su pecho. Cierro los ojos.
*
Abro un libro. Leo una novela. La casa verde. Bonifacia. El nuevo personaje. Y sigo escuchando el latir pausado que anima mi lectura. Mi deseo. Alejandra.

martes, 14 de octubre de 2008

Dos noches de insomnio, con dolor de espalda y ojeras. Y el colmo, esta mañana cuando por fin pude cerrar los ojos. Ensoñaba. Un mensaje en el celular. Veía la pantalla y apunto estaba de abrirlo cuando alguien tocó a mi puerta y gritó: ¡No hay agua caliente, se terminó el gas! Volví a cerrar los ojos, pero mi sueño se espantó, se fue. Así que seguiré esperando ese mensaje con los ojos abiertos.
*
Dalia tenía razón cuando dijo que los lugares que ya no son nuestros, que ya no nos pertenecen nos expulsan, nos arrojan de su entraña como una mujer que da a luz, como la tierra que da un fruto.
*
¿Y por qué siento este vacío?
*
No quiero pensar en el futuro. Y sé que este presente tampoco lo imaginé, pero es cierto que camino entusiasta por aquí, es cierto también que es la primera vez que observo el árbol de naranjo en medio del jardín. Reconozco que soy parte de este Instituto, en efecto, es un espacio conservador. De derecha. Nuestro proyecto se inscribe en el pensamiento social y progresista. Incluyente. Es un gran respiro.
*
Hoy conversé con JGG al principio: el concierto de Lila. Luego su participación en taller-seminario para finalizar comentando el próximo aniversario de las Jornadas. En dos años más, se cumplirán sus veinte años. El futuro otra vez. Entonces, me sorprendió cuando me dijo que sería yo quien se encargaría del homenaje al doctor Ordóñez. Claro, verdad, ¿quién más?, le dije.
*
Ah quizá la sorpresa más grande del día fue una llamada telefónica. Me pidió que fuera al Instituto antes de las 15:00 hrs. Naturalmente, me preocupó el tono de su voz por el audicular. Acaso hice algo que te haya molestado, inquerí. No quiso decirme nada. Y colgó. Cuando llegué a su oficina ella no estaba, así que me senté en su silla giratoria. Me puse a dar de vueltas mientras la esperaba. Llegó. Me sonrío. Pasaron apenas unos segundos. La contemplaba. Realmente es guapa. Una mujer de belleza altiva. Vestía un traje sastre negro, entallado. Elegante. Abrázame, ordenó. Entonces le pregunté: cuál es el asunto que no podías decirme por teléfono. Ella respondió de inmediato: necesito pedirte que me recibas una noche en tu casa. La miré con asombro y lancé una gran carcajada. Te quieres quedar conmigo. Vivo en un cuarto de azotea, le dije. Ella me miró con firmeza: Puedes o no. No dudé. No. No puedo. No puedo llevar a nadie a mi habitación. Hubo un largo silencio. Dijo que no habría ningún problema. Salimos juntas. Cada una siguió su rumbo.

Ante el deseo, el deseo más puro, más brutal: la carne. Dije No. Claro, tendré que pensar muy seriamente en comprar un colchón para remediar el dolor de espalda, primero. Tendré que elaborar mi sin-deseo. Supongo que pasaré más noches insomnes mirando el techo de ladrillos rojos mientras mis lágrimas reclaman otra vez a alguien que aún no tiene rostro.

viernes, 10 de octubre de 2008

Sucede a veces
Sucede a veces,
que uno se enamora de los árboles,
por la sombra que producen,
la fuerza de sus ramas
o la dulzura de sus frutos.

Sucede también, a veces,
que el árbol que uno ama
se convierte en hombre,
y uno ama sus ideas,
sus labios,
su corazón,
sus brazos,
o el sexo,
(porque los árboles tienen sexo).

Y sucede después, a veces,
que el árbol que uno ama
está tan cerca que asombra,
asusta.
Deja de ser un àrbol
y parece un sol
que deslumbra los ojos enamorados.

Y sucede entonces, a veces,
que uno no sabe
si cerrar los ojos y esconderse,
o contemplar al árbol-hombre-sol
hasta quedarse ciego.

Irma Pineda

viernes, 3 de octubre de 2008

Goce, placer, deseo
vaya, vaya, si no estuviera tan atenta pensaría que es algo abstracto, que es sólo una idea. Una hipótesis. Vimos juntos Historia de la O para comentar después temas tan variados: la esclavitud, la víctima, el victimario. El poder. La zona gris. La fuerza en la pasividad y no sé cuántas otras ideas más. Lo cierto, es que sí, en efecto, pienso que la energía, la pulsión es también un fluido en lo social. La sexualidad no sólo está en los genitales. Y luego, vino ella, la guía del grupo. La psicoanalista lacaniana. Hasta los más parlanchines se quedaron callados. Silenciados. Avasallados. Y yo sólo atinaba a afirmarme, a confirmarme en sus palabras. "Yo es otro", en donde lo leí (ja) Y cuando salí de la clase, de este seminario que me ha sacudido otra vez. Sentí enojo. Y recordé a Dalia. ¡Pinche vieja! Por qué tenía que decir lo que piensa de mí sin que yo se lo pidiera. "No quiero tu opinión, no te la pedí, ni siquiera te agradezco". Ella sólo me observó. Después dijo: "Es mejor saber, no crees". Y se despidió.
¿Es mejor saber? Saber. No saber. No querer saber.

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