miércoles, 24 de marzo de 2010

¿Por qué las bestias habitan mi mente?
Les gusta estar ahí.
Pensé que me complacería disfrazarme
de golondrina.
Me acicalaron, como a un zorro, con modales
refinados.

Suniti Namjoshi
Fábulas feministas
*
Estoy leyendo el libro arriba citado. Sorpresa. Ir encontrando/me con una autora indú, lesbiana y feminista. Sus fábulas son pequeños cuadros. Pinceladas puntuales de la cacería humana. Fundamentalmente señalaría una palabra: identidad. Una mujer que va transformándose así misma y en cada contexto cultural que ha ido enfrentando a lo largo de la vida. Desde el pequeño, cerrado e íntimo espacio privilegiado de pertenencia familiar hasta la exclusión social en países como Estados Unidos y Canadá.

Fábulas feministas es un obsequio de cumpleaños de mi amigo Alex Santiago. Lo celebro, como celebro este nuevo encuentro textual.
*
La mujer pájaro: Una ve hubo una niña a la que le salieron alas. Brotaron de sus hombros, y al principio eran rudimentarias.(...)

Recordé entonces la imagen del quetzal, luego una águila. No sólo me gusta volar sino mirar, mirar, mirar.

lunes, 22 de marzo de 2010

Ayer mientras se celebraba el rito dominical de consagración de la hostia y el cáliz en la misa vespertina. Ahí, al lado mío, mi hermana mayor recibía un mensaje de texto que nos anunció la muerte súbdita de un amigo familiar. La sorpresa. El asombro primero, y la resignación después. El silencio. Ambas acudímos a la Sagrada Familia, el padre recién había comentado el festejo pasado de San José y eso mismo, hizo situar al hombre de campo en aquel poblado, San José Rioyos Buenavista. La fiesta del pueblo, del santo patrono en donde él gozaba de una mayordomía celestial: la música. Dicen que fue el corazón, que cantó y bebió, que bebió y canto hasta el amanecer y luego mientras cantaba le sobrevino el primer impacto: un golpe en el pecho. El corazón.

**

Soñé con papá. Otro sueño intenso. Él perseguía a mi madre y ella no se dejaba atrapar. En el sueño hay un sólo elemento que me sacude: el deseo. Toda persecusión tiene como fondo eso. El deseo.

Mi hermana dice que mamá tuvo una recaída en su salud. Yo no he dejado de pensar en mi padre insistiendo como un niño. Detrás de ella todo el tiempo. No he dejado de pensar en el deseo.

**

Mi deseo.
Me sacudió mi sueño: Luz y Leo afuera de la casa donde vivo. Esperándome. La casera toca a mi puerta y dice que una mujer bella pregunta por mí. Es ella y su hijo. Ambos sonríen malevolamente. Yo despierto y el sueño no se va. Se queda. Justo cuando llego a la oficina, alguien me avisa que tengo una llamada. Es Luz. Y yo enmudezco.

lunes, 8 de marzo de 2010

Explotación

El objetivo central de la teoría de la explotación de Marx es explicar cómo la estructura de clases puede existir en ausencia de distinciones de clase legal y normativamente aprobadas. En las sociedades precapitalistas la dominación es de carácter público y se efectúa directamente a través de medios políticos. Tanto en la sociedad esclavista como en la sociedad feudal el derecho a apropiarse del producto del trabajo ajeno define en cierto modo los privilegios de clase, y dichas sociedades legitiman las diferencias de clase con ideología sobre la superioridad e inferioridad naturales.

jueves, 4 de marzo de 2010

Luz, esta noche escribo, dialogo contigo. Estoy tratando de aclarar mis pensamientos, de reunirlos y dejarlos en libertad. Me ha conmovido dar lectura a los mensajes que a través del correo electrónico mantuvimos durante el lapso de tu arribo y establecimiento en Ontario. Mirarte a distancia, mirar mi respuesta honesta y sin expectativas, luego la escritura de las cartas que te envié contándote mi tránsito cotidiano por esta ciudad. Dos planos espaciales donde cada una ha dibujado su proyecto de vida. Desconozco casi todo acerca de ti, me refiero a la percepción con la que ahora tú observas el mundo, tu mundo. Vamos día a día transformándonos, y sólo nosotras sabemos, intuimos de nuestros cambios. La intuición se convierte en emoción y la emoción en conciencia. Tres estados graduales ¿en equilibrio? Sí, es inevitable para mí, intuir, sentir y tener conciencia.
Estos meses han sumado dolorosas despedidas e inesperados reencuentros: Irlanda encontró una mejor oferta laboral en la Universidad Veracruzana, se mudó a Jalapa. Edgar finalizó su estancia académica en el Instituto y ha regresado a Colombia. Azucena, la mañana del 14 de febrero llegó a inquietarme como en mis sueños. La contraparte: la anunciación, la bienvenida: Ivette P, compañera de la carrera de letras, sustituye a Irlanda en la Dirección de Literatura. Ella me puso en contacto con Paty, que vive en Nueva York. Antes de que Azucena apareciera, soñé con ella y con Lucila. A los pocos días, recibí una carta de Lucila, sigue en París). Patricia y Lucila están de regreso en mi vida, ambas representan un pasado que no volverá a ser: los años estudiantiles. Son jóvenes muy talentosas. Y me resulta fascinante saber que las tres estamos directa e indirectamente trabajando lo mismo: pueblos indígenas e identidad cultural. El reencuentro virtual con ambas me ha llenado de una extraña emoción, después de tantos años, reaparecen justo cuando estoy terminando un ciclo, que ciertamente comenzó al lado de ellas. Me asombran las líneas de cruce en nuestras historias, el juego del destino sobre la voluntad del hombre.
Luz, ¿este silencio tuyo? ¿qué significa? ¿qué representa para ti? Si este silencio es tu respuesta, bienvenida porque es un acto de libertad, eso dice mi conciencia. ¿El destino? ¿quién puede saber qué sucederá? He aprendido a vivir, a transitar el misterio como algo cotidiano.
*
Luz, escribirte es desnudar mi corazón. Abrir el cauce por donde fluyen mis emociones. Agua dulce de colores, cada carta que te he escrito dibuja el día de mis batallas y la melancolía enfermiza de mis fantasmas nocturnos. Despertar es guardarme secretamente en el azul de mis amores: mi madre. Luz, me siento agobiada por situaciones que rebasan mi ánimo, mi respuesta. Dolores viejos en vaivén requiebran mi ser. Estoy enfrentándome a un tiempo desconocido.
Patricia. El día de su boda fue la última vez que estuvimos juntas. En aquella ocasión acudí con Azucena a la ceremonia eclesiástica. Marcela llegó minutos después. Recuerdo bien su imagen: el cabello alborotado y su ropa ligera, impropia de un festejo religioso. En sus manos la guía roji, miraba la contra esquina mientras que yo, situada en el atrio de la Iglesia, la observé acercarse. Durante aquellos años, vivir este doble vínculo: Azucena & Marcela, Marcela & Azucena, me hacía sentir una extraña emoción. Invité a ambas y ellas aceptaron. Las tres estuvimos allí, presenciando la unión de mi única amiga.
Paty se casó con un hombre de mayor edad, supongo que 10 ó 15 años más que ella. Al salir de la iglesia nos dirigimos a la acostumbrada recepción en casa de los padres de José, el recién esposado. Marcela debía irse a trabajar a Libido así que sólo estuvo unas horas. En la recepción todo marchaba bien y ya entrada la noche, al salir al jardín, inicié una conversación con una compañera de la facultad. Mientras yo hablaba, hablaba acerca del amor, detrás de mí, se encontraba el papá de José, un hombre viejo y bastante necio. Me interrumpió calificándome de antinatural y no sé cuántos otros adjetivos; los cuales confronté. Aquello se convirtió en un intercambio de palabras fuertes, grotescas. Azucena estaba cerca, escuchó todo y me pidió que nos marcháramos. Ella no estaba dispuesta en enfrentar a nadie, ni a ella misma y esta huida me anunciaría su respuesta final. En cambio, yo desenvainé mi espada con arrojo. Sí, resultó la primer defensa pública de mi postura amorosa. Patricia, ante la mirada atónita de los invitados, no sabía qué hacer ni qué decir. Se disculpaba a cada momento y me pedía que no nos marcháramos. Fue una situación incómoda para todos.
Hace tantos años de esto, que desempolvar este recuerdo, es saberme en una constante de ires y venires, pero no de reencuentro. Porque estas acciones se entrelazaron en mi destino presagiando lo que ya se anunciaba: Marcela siempre solidaria, dispuesta a estar conmigo, a acompañarme en este camino sinuoso hasta encontrar el propio. Azucena, siendo el personaje principal de mi historia, permaneció al margen observándome en silencio, en su silencio amurallado. Esa noche me quedé en su casa, en su cama, sola. A la mañana siguiente, Patricia se iría a su luna de miel, desde entonces no la he vuelto a mirar.
En febrero pasado, Ivette me comentó que estaba en contacto con Patricia y que ella le había preguntado por mí y los motivos de mi distanciamiento. Dudé al principio pero tampoco deseaba tener comunicación con Patricia a través de Ivette. Así que decidí enviarle un breve saludo. Lo que siguió ha sido una correspondencia cotidiana. Largos correos electrónicos relatándome lo que ha acontecido en su vida durante todos estos años.
Ha sido un reencuentro emocional enorme para ambas. Aquella noche nos marcó. Se disculpó otra vez. Me comentó que años atrás, recibió una beca del FONCA para escribir novela y que el personaje central somos ella y yo, penséme dijo, que aunque tú no me hablarás más, quedaría constancia de lo que has significado en mi vida. Hemos ido recapitulando este tiempo y su encuentro llegó justo cuando terminaba mis sesiones terapéuticas. Tal vez, lo más sorprendente sea que está realizando una maestría sobre la situación de los pueblos indígenas en Nueva York.
Tiene una hija de 8 años y sigue con José. Su reencuentro me ha movido, removido internamente. Me ha lastimado coincidir en el dolor que provocó nuestro distanciamiento y reconocer también mi silencio, mi dureza.
Lucila. Tuve un sueño que me inquietó: conversaba con ella acerca de su regreso a México, me preguntaba por Azucena. A los pocos días recibí una tarjeta postal de París deseándome sorpresas. Luego, Azucena apareció por la oficina ¿A qué volver?
Me siento agotada, mis emociones están a flor de piel. Por eso, estoy aquí escribiéndote, sacando todo. Está concluyendo un ciclo en mi vida de manera circular. El agua fluye lo entiende mi corazón. El destino, esta sucesión de acciones previas a nuestra voluntad, que se entrelazan, que juegan con uno, con nosotros, pero que siempre colocan a cada persona en el sitio que le corresponde. El destino es un seductor misterioso.

*Años Luz. Veintiséis cartas y un largo poema de amor.
IX

Eres como el tiempo
mar;
cada instante te vas,
cada ola,
y no vuelves tú
sino un simulacro;
lo que vuelve es el agua
de otro mar
que ya nunca es el mismo.


Los pasos del visitante
Luis Paniagua
Quizá nos amemos, es un amor triste pero poco importa el carácter de este amor. A ella le gusta engañarse de vez en cuando. Es un modo de prolongar el placer imaginando. Suspende el momento, lo disfruta y lo deja después ser otra cosa. “Hoy te quiero igual que ayer, igual que siempre”. Pensó que de ese modo podía ser remedio contra la muerte de ese amor.
Rosa Beltrán

miércoles, 3 de marzo de 2010

Un día la amo y al siguiente me pregunto qué chingaos hago aquí. Hoy es el siguiente: tenemos mudanza y me pregunta qué hacer con esto y con aquello, en realidad me pide que me lleve mis cosas. Y yo le digo que es el mantel de mi madre, no se lo puede quedar. Se queda digo.
*
La veo ir y venir: cambiar los cuadros, mover los sillones, sentarse, mirar el espejo.
*
Mira sus cuadernos. Dice que va a tirar todo. Su colección de revistas literarias, los libros de arte en el librero principal.
*
Su escritorio.
*
por fin termina, y me pregunta si su espacio me gusta. Entonces recuerdo una larga conversación acerca de su idea del amor en pareja. Testigos. Amar significa tener un testigo. Signar. Dar testimonio de las acciones del otro.
*
Ella me ama.
*
Yo soy el testigo perfecto.
*
Amantes somos de nuestra propia separación.

martes, 2 de marzo de 2010

a Carlos Montemayor
in memoriam

GUNAA BENDA
Gueela di’ ma qui zanda gugaanda ládilu’,
yanna ma naga’nda pe’ nuuni,
gue’tu’ sicarú ngá lii; neca ma naguchi
guidiladilú sicarú laa.
Guie lulu suxhale ruluí’ cuyubi beu,
yanna pe’ ma gasti dxi icaa xquelalú
gunaa benda ranaxhi.
Ruzuluá nadxaba,
ti nagasi cayuuya lii ma zeú
ne cadi cayuuba ladxiduá’.
Nagasidu’
cayanaxhié´ xhieladi guenda guti stiú’,
yanna ma nexhe dxi
xquendariéque’ lu’,
sicarulu’ neca ma gutilu’,
sicarú gue’tu’ ngá lii.

SIRENA
La noche no puede más enfriar tu cuerpo,
tienes por fin la frialdad eterna
y tu belleza de cadáver; porque aún en su palidez
tu piel es bella.
Abiertos tus ojos parecen buscar la luna,
cuando no hay más días para tus noches
de sirena enamorada.
Y yo me siento cruel
porque al contemplarte,
tu partida no me duele.
En este instante eterno
amo la desnudez de tu muerte,
la tranquilidad al fin de tu cuerpo remolino,
tu hermosura de muerta,
tu exquisito cadáver.

Irma Pineda

lunes, 1 de marzo de 2010

La escritura del streep tease
Guillermo Samperio

En efecto, una de las recomendaciones que hacen los maestros de la literatura al joven escritor es que sea fiel a sus obsesiones. Bien, el principiante empezará a escribir bajo tal fidelidad. De conservarse este propósito, tendríamos que concluir que la obsesión es el estilo. Sin embargo, llega un momento en que se percata de que sus obsesiones no sólo se le van desgastando, sino que a mediano plazo comienza su obra a ser circular, reiterativa. Pero lo más grave no es esto, pues pudo haber originado un libro importante, sino que tan solo ha estado bordando durante años solamente sobre su interioridad, sus problemas, su intimidad que, en no pocas ocasiones, apenas le interesan al lector. Ser fiel a sus obsesiones se le convierte en un búmeran que, a la postre, lo delatará.
Esta inicial sugerencia de los maestros va encaminada --y aquel joven ahora medio viejo no se dio cuenta-- a que en un principio es más sencillo escribir de lo que el escritor es como individuo, que intenta una "gran historia" distante de sus pertinances fijaciones. Este primer impulso tendrá que devenir en lo que se ha llamado work in progress -- trabajo en proceso--, que apunta a la creación de un sistema literario (si es posible, unico) ya en la madurez de la escritura. Esto implica que las obsesiones van cediendo hacia una metamorfosis que deriva hacia la diversidad temática, de registros y, muchas veces, hasta estilística, tal el caso de Ítalo Calvino o del mismo Borges, tan obsesivo, o nada menos que Fernando Pessoa, ejemplo extremo.
Si Kakfa se hubiera quedado escribiendo literatura al estilo de Un viaje a América, o Joyce novelas a la manera del Retrato del artista adolescente, no tendríamos un El castillo ni un Ulises. Las novelas de juventud de ambos resolvieron obsesiones que rondaban su mentalidad imberbe, pero les fueron útiles para entrar en el work in progress que los llevaría a la creación de un sistema. Podríamos mencionar otros casos, como el de Federico García Lorca, José Revueltas o Robert Musil.
Precisamente, este último escritor propuso el derrotero de l que caracterizaría la búsqueda del novelista de este nuevo siglo: necesitaría captar el espíritu de la época y escribir desde las consecuencias colmadas del mundo. Estas ideas, sin duda, tenderían a sacar a los escritores fuera de sí, a aabandonar sus obsesiones, el regodeo en sus vidas personales, el a veces obsceno streep tease que muchos practican, actualmente más marcado en los poetas.

Estar enterados
Las sugerencias de Musil implicaban que, para el escritor, no bastaba su propia interioridad, sino que debía hundirse en la investigación creadora de saber e intuir en qué momento de despliegue se encontraba la humanidad, lo que implica estar enterado no sólo de los avances de la pripia literatura mundial, sino también de la ciencia, el diseño industrial, la política, la filosofía, el diseño del vestido y el zapato, los muebles y los viajes fuera de la estratófera, etcétera; es decir que el escribano debía salir de sí para entregar una obra en la que el magma de la literatura no sólo hiciera un registro de la actualidad en el momento de emprender su novelar, sino que al transitar su escritura sobre el borde de las consecuencias colmadas también atrajera sentidos aún por nacer, una porción de futuro al que apuntan tales consecuencias.
De este modo, hemos tenido libros como ¡Absalom, Absalom!, de Wiliam Faulkner, 1984, de Orwell, Rayuela, de Cortázar, Los siete locos, de Roberto Arlt, Winsburg, Ohio, de Sherwood Anderson, La región más transparente, de Fuentes, y desde luego, Pedro Páramo, de Rulfo, además de El castillo ya mencionado.
Es evidente que es mucho más fácil escribir toda la vida sobre mis obsesiones, poniéndoles cada vez una nueva cara, pero arriesgarse a lanzar el anzuelo de la escritura hacia las aguas turbias de un "espíritu de la época" que es opaco, invisible, insondable, innombrable (o sólo nombrable si va bien la pesca), casi inatrapable,es un reto que va implícito en la ética de cualquier escritor actual. Esto implica, claro está, el riesgo del fracaso, como le ha sucedido a muchas novelas. Podríamos llamarla la escritura del vértigo porque el escritor se lanza hacia una zona totalmente oscura que ya no es su niebla, sino el abismo. Si su obsesión es este arriesgue (que implica una indagación de toda la vida y la aceptación de una transformación interior como resultado de ir hasta las consecuencias colmadas, abandonado al adolescte recalcitrante), bienvenida la obsesión.
Contrastes
Esto no descalifica, desde luego, las excepcicones en las que los escritores, a través de sus insistencias monotemáticas, y de bordar desde sus obsesiones, no entreguen novelas de gran importancia, como El general en su labertinto, de García Márquez, Congreso de Futurología, de Stanislav Lem, o casi toda la cuentística de Felisberto Hernández, pero la diarrea obsesivo protonazi con la que nos embarramos al revisar algunas obras de Roberto Bolaño, como su no vela Los detectives salvajes, aunque la elogie Susan Sontag, es un tanto vergonzante.

*texto publicado en Día Siete
28 febrero, 2010.

Datos personales

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Vivo en Amsterdam 62. Bis.