22 de julio, 2009
Querida Susan, recibí tu mensaje de hace unos días, me reconfortó saber que me pensabas e indudablemente te comencé a imaginar tumbada sobre una milpa enorme y leyendo sobre el campo mexicano. Referencia que más bien me produce nostálgicas heridas, no así la imagen tuya que recompongo infantil y buscando encontrarse. Además de un verde atlacomulco, te recuerdo en la experiencia huasteca, en los momentos al lado de la accidentada geografía potosina: el baile de mujeres coloridas en su vestimenta se instala en una antípoda que me define, ¿recuerdas Susan aquella tarde en Aquismon?Además, te cuento que preparo mi examen tofel; ayer hice uno similar en la uam y logré 375 puntos, sobre 500 que pide la lógica institucional, así que voy a la caza de 125 puntos, que por cierto, el profe dijo que no lograría hacerlo en tan corto tiempo. Eso me angustia, dejar pasar esta oportunidad de lograr ese viejo sueño incubado en las horas más amargas y míseras de mi juventud: ser doctor, y ser alguien por efecto de semejante título. Si bien el apoyo del doctor Ordóñez y tuyo son un aliciente, seguro que una parte de presión agrega; pues sería terrible no saltar el borde de un examen rancio y no entrar al doctorado.
En fin, digo que me angustia y aterroriza el papeleo y sin fin de trámites que debo hacer avanzar, pero la vida ha mostrado ser más compleja que cualquier hoja de requisitos, y en todo caso, yo me veo ser un pajarete más buscando y recibiendo el refugio de una gran pechuga colocada en el ranking 78 del conteo mundial para universidades con alas impermeables.
La vida en la ciudad sigue siendo repetitiva en amores, en trayectos. Susan, había escrito un texto más largo para ti hace un momento y el jodido correo lo borró (el muy hijo de puta), así que excepto esto que te escribo en este segundo esfuerzo, es sólo para decirte que te quiero amiga, y que a pesar de no haber seguido tu recomendación cinéfila, pronto me gustaría mirarte de nuevo, como ahora hago, a lo largo de todo este tiempo de escritura: agazapada en los bordes de una milpa que arrulla y protege tu lectura. Veo una feliz sonrisa en tu rostro y este sentimiento que me une a ti querida Susana: nuestra amistad.
Ahora me despido pues debo colocarme en una lógica anglosajona para ordenar el mundo, para sacarlo en frases… so, i love you (¿Crees que este inglés kindergarden podrá soportar mi candidatura doctoral?).
Alex Santiago
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