martes, 12 de agosto de 2008

Sabina
(versión corregida)
Quien se va, deja algo en el otro. Ella lo sabía. Mientras ambos esperaban impacientes a que el grupo llegara, una suave neblina cubría la entrada del portal. Había visitantes extranjeros subiendo a los vehículos. El recorrido iniciaría pronto por los alrededores de la zona montañosa. Paola bajó de un jeep negro. Se acercó. Sonrió. Él las presentó.
--Sabina.
--Paola. ¿Hace mucho que esperan? Perdón por el retraso.
No hubo respuesta. Él interrumpió entonces --Todavía no llegan. Esperaremos otro rato.
El frío de la mañana congelaba sus rostros. Sabina tenía la piel clara y un sutil rubor en las mejillas. Su miraba era penetrante. Observaba con detenimiento la entrada. Paola se sintió atraíada por su impaciencia. Los minutos transcurrienron lentos.
Alguien se detuvo a saludar a Paola. Sus cuerpos se envolvieron con la fuerza de un abrazo amoroso. Rieron a carcajadas. Cómplices de la farsa. Se despidieron con un beso en los labios.
--¿Todavía no llegan? Seguiremos congenlándonos aquí --interrogó Paola.
--Congelándonos --dijo Sabina de mala gana--. Pero sí tú traes ese abrigo. Y dirigió la vista hacia el joven que salía del portal.
--¿Cuánto más? Debemos aprovechar la mañana --dijo Paola.
El hombre que las acompañaba se sacudió el rocío de la boina y volvió a acomodarla en su cabeza. --Iré a hacer algunas llamadas --Y se alejó.
Paola tenía enfrente el rostro de Sabina. Lo miró extasiada por segundos. De inmediato, sacó un pañuelo de su abrigo. Sabina giró.
--¿Estás nerviosa? preguntó Paola. Y se cubrió la boca para estornudar.
--Ya es muy tarde.
--¿Tienes miedo?
--¿Miedo?
--Sí. Miedo.
--De cualquier manera pronto caerá una tormenta.
--Claro, la tormenta.
--Ellos vendrán.
--¿Vendrán?
La lluvia empezó a caer recio. Paola sonriente le indicó el camino. Se acercaron a la entrada del portal. Todos habían desaparecido. Sólo estaban las dos. --Es la tormenta. Todos le huyen.
--¿Tú también?
--No. ¿Y tú?
Sus miradas se imantaron. Entonces Sabina extendió sus brazos alrededor del cuerpo de Paola. Hubo un largo silencio. Sereno. Paola tomó las manos congeladas de Sabina. Las frotó con las suyas. Las besó. Y luego, las atrajo al interior de su abrigo. Un soplo furioso recorrió su piel. No supo más. Las aguas que fluyeron aquella mañana fueron registradas por el meteorológico como un vórtice, como ese flujo circular que gira en torno a un centro: Sabina.
--sbc

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