Solía cruzar por este parque cuando visitaba a mi madre. (...) No me gustaba perderme el gozo de caminar con mis pensamientos bajo las jacarandas y fresnos y ver los mazos de hortensias que me recordaban la casa de niña, esa en la que viví con mis padres y hermanos (...). Me arreglaba especialmente porque una vez al mes, ella y yo salíamos a comer juntas. Ese día ni ella era abuela o viuda ni yo esposa y madre. Éramos madre e hija, una oportunidad que la circunstancia y mis hermanos nos robaron.
La perfecta
Mónica Lavín
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