domingo, 5 de julio de 2009

Soñé con la Mujer Madura hace un par semanas. Ella me tomaba de la mano justo como la escena del Acto I, escena 4: Primera noche en el hotel. Ella me lleva de su mano justo como hoy, luego de la comida me quedé somnolienta hasta que un sueño me venció: estaba en el interior de un enorme teatro antiguo buscando mi butaca; la encuentro en las primeras filas frente al escenario; se apagan las luces y a punto de dar inicio la obra, la llamada de mi teléfono celular me despierta. Tomé el teléfono y miré su nombre. Por alguna extraña razón no conteste y en pocos segundos me envió un mensaje: tengo un boleto para hoy a las 5, ya se que es un poco tarde pero me avisa si quiere venir hoy al estreno. Un beso.

La Mujer Madura es también la Dama de las Perlas Blancas.

Le llamé. Acepté la invitación. En menos de una hora estaba en el teatro como en el sueño buscando la fila f asiento 14. Gustav Von Aschenbach apareció en el escenario: Munich. Y yo deseaba apurar el viaje, su viaje. El mío. Estar ya en Venecia. Mirarla. Seguir ese paso luminoso y asirme a su mano. A la belleza. Al deseo de cruzar la ciudad de los canales donde esta pasión confunde mis sentidos.

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