jueves, 27 de noviembre de 2008

Entonces la miré
antes la imagen de su rostro se perdió en un abrir y cerrar de mis ojos. Flash. Ella apareció y desapareció en un instante. Su imagen. Su imagen se clavó en un sueño del que sólo recuerdo la fugacidad. Las horas insomnes no existieron. Dormí.
Entonces la miré
el primer obsequio envuelto en papel de china morado: un collar de semillas.
el segundo obsequio un par de libros de Robert Louis Stevenson. En una fina edición. El papel que los cubría era una hoja blanquecina. Lisa.
Entonces la miré
tenía urgencia por encontrarla. De atrapar la luz. De cegarme.
Entonces la miré
ella sonrió. Sus brazos envolvieron mi cuerpo. La fugacidad regresó con sus horas inciertas.
Entonces desperté.

sábado, 15 de noviembre de 2008

En procesión avanzamos. Click. Click. Click. Alguien se detiene. Sonríe.
En procesión avanzamos. Click. Click. Click. Alguien se detiene. Y dice: yo quiero una con ustedes dos.
En procesión avanzamos. Click. Click. Click. Todos sonreímos. Entonces, Suni se acerca y me muestra el retrato. Me mira: esta es la mejor! Y dice:

"Tú vestida de hombre. Él de mujer".

No puedo contener la curiosidad. Y en efecto, observo la foto. Mi postura es demasiado formal a pesar de la sonrisa. Sobre mi cabeza su sombrero vaquero. Yo lo abrazo. Él amable sonríe. Él tiene bigote y barba. Viste mi capa de lana azul con imágenes de flores. Y en efecto, observo la foto, hay algo en él que lo hace femenino. Hay algo en mí que me hace masculina ¿La ropa? La ropa nos disfraza un poco. Es algo más. Y en efecto, pienso en lo performativo de nuestras acciones mientras la procesión avanza. Click. Click. Click. ¿Será un performance?

martes, 11 de noviembre de 2008

Desde tu partida
esta parte del cielo
está vacía de estrellas
de vez en cuando asoma una
si la miro parece brillar más
y pienso que tal vez allá
es la misma que tú miras

Xilase qui rié di' sicasi riè nisa guiigu'
La nostalgia no se marcha como el agua de los ríos
Irma Pineda

Ah leí estos versos e inevitablemente pensé en la señora Anderson, en su mirada azul. Todavía la extraño y estoy segura que ella también. Pensé en el frío, la lluvia... Todavía la extraño y no sé si este invierno le llame. Lo haré. Lo haré.

sábado, 8 de noviembre de 2008

hoy tenía ganas de leer en movimiento, es decir, en un auto. En fijar la vista en un texto mientras de reojo miraba a la ciudad
*
hoy tenía ganas de leer con la luz grisácea de la ciudad
*
hoy tenía ganas de leer ensimismada, sin ninguna interrupción: chapultepec-sátelite, satélite-y más, más allá
*
hoy tenía ganas de sepultar tu nombre
*
hoy tenía ganas de leer tu libro. Hoja tras hoja mientras el semáforo marcaba rojo, amarillo, verde
*
hoy tenía ganas de leer tu libro en movimiento, en la oscuridad de los años fantasmales de tu recuerdo: metro rosario
*
hoy tenía ganas de irme muy lejos contigo
*
hoy tenía ganas de cruzar la ciudad con tus letras, de inaugurar la cartografía defeña
de norte a sur
de oriente a poniente
*
hoy tenía ganas de leerte, de reconocerte en La verdad de mis amigos...
*
hoy tenía ganas de irme sin ti y contigo muy lejos. Muy lejos.
*
hoy ya terminó

viernes, 7 de noviembre de 2008

Dalia apareció ayer justo a la mitad de la clausura del seminario. Le pedí que se acercara a mí. Su rostro sin maquillaje, al natural. La mirada clara. Luminosa. Respiré. Suele aparecer en los momentos menos indicados, pero esta ocasión, de manera colectiva, era un día de fiesta. La conclusión de tres meses de reflexión sobre la diversidad cultural de los pueblos originarios del DF en un sitio de lo más conservador. Fue un triunfo. Al término de las felicitaciones y los buenos deseos entre los miembros del seminario, nosotras salímos del Instituto. Planeamos ir a la ópera. Sin embargo, el deseo de conversar nos ganó. Caminamos una y otra vez para quitarnos el frío. Compartimos un cigarro. Como compartimos una larga conversación sobre el silencio. Sobre el Ser. Cada que la percibo con esa lucidez me siento afortunada de ser su interlocutora. Del diálogo. De la argumentación. De la respuesta abierta. Del tiempo.

Nos metimos al carro y la charla siguió. De inmediato, sentí como todo daba vueltas a mi alrededor. Y no, no estaba temblando. Estábamos en CU, difícilmente se perciben los temblores. Respiré hondo. Era un episodio de mi vértigo giratorio. Me tranquilicé y la miré con cierto humor, recordé la primera vez que el piso se me movió así, caminaba al lado de La Griega, entonces creí estar enamorada. Y bueno, Dalia no es precisamente una mujer de la que me pudiera enamorar. Y me reí mucho. Mucho mientras ella seguía hablando.

Dalia es un ser tocado por la razón. Hay tanta rapidez en sus pensamientos. Es analítica. Y también es una mujer amorosa siempre dispuesta a dar algo de sí. Sé que me mira como una hija. Yo la miro como una mujer única. Inconfundiblemente border.

jueves, 6 de noviembre de 2008

¡Por fin!, por fin lo dijo: "Susy, es mi niña". Y lo dijo frente a todos y me tomó de la mano otra vez. Chale, ahora sí me sentí como una niña abrazada por su madre. Hoy me levanté tempras; quería estar antes de que ella llegara a la oficina, quería ser la primera en sonreírle. Soñé con ella. En mi sueño veo la amabilidad con que trata al Hombre Sin-Razón del CCU. Al hombre que suele desquiciar a los vigilantes justo en la entrada de la sala. El hombre del que todos huyen. El hombre de las afueras. Ambos están en el interior de la sala. Dialogan. Parece que la charla es amena. Ella fija la atención en el diálogo. Él tiene la vista extraviada e intenta mirarla de frente. Caminan juntos. Parece que es un gran tramo el que recorren, pero en realidad sólo se acercan a una puerta. La principal. Ella posee la llave. Es la única autorizada para abrirla. Entonces, introduce la llave con naturalidad. La puerta se abre y el hombre de la mirada extraviada sale. Desaparece. El sueño termina.

Sé, lo sé, "la enfermedad se ha ido". Sonreímos juntas. Se lo dije, le platiqué mi sueño mientras caminábamos rumbo al estacionamiento. "La enfermedad se ha ido". Lo sé. Lo sé.

martes, 4 de noviembre de 2008

En mi cumple suele regalarme un libro. Un autor sugerido Daniel Sada. El diario de Virginia Woolf. Esta foto me la obsequió el año pasado. "Susy, qué libro va a querer" me preguntó. "Ninguno". No lo dudé. "Quiero una foto, su foto". Entonces, ella me tomó de su mano y entramos a su oficina, frente a su compu, me pidió que yo la elegiera. La Elegí. Firmó. Ella dice que me parezco a su hijo berrinchudo y demandante. Al paso del tiempo, de estos años --casi cuatro--, de estos días difíciles, yo creo que sí: uno va eligiendo o dejandose elegir. Entre ella y yo, entre su universo dancístico y el mío, literario existe una gran complicidad amorosa. Fraterna. Sí, ya quiero que regrese, la extraño un chingo.

Datos personales

Mi foto
Vivo en Amsterdam 62. Bis.