domingo, 28 de febrero de 2010

Será cierto que la cotidianidad es la prueba de fuego (o la pasas o no hay historia). La nuestra es una historia añeja de cotidianidades diarias. De rituales. De secretos compartidos. De guiños. De complicidades.

Ayer se fue a Uxmal y no dejó de pensar en ella. Una gripe producto del estrés. Sus dudas alrededor del viaje. Es sólo un fin de semana. Te va ir bien como siempre, ya verás, le dije antes de bajar de su auto.

Leí su texto, un adelanto de la crónica que se publicará mañana. La orquesta dará un concierto: la noche de los mayas. Es la pieza perfecta para una ciudad construida tres veces, eso significa Uxmal, también lo que está por venir. El futuro. Mirar el cielo y escuchar música es una invocación a los dioses, es eso, le dijé.
Sí, ya lo sé, pero el texto ¿funciona?, ¿tiene color?, ¿es atractivo?
Contesté sus dudas puntualmente. La observé con ternura durante el trayecto de la oficina a la casa.
Creo que tengo fiebre, ¡Tócame la frente?, ¡anda!
Acerqué mi mano a su rostro, a su piel suave y tibia, acerqué mis labios a su frente. Hubo un largo silencio, después la luz verde indicaba que debíamos continuar nuestro rumbo. Mañana me contará de sus andares por las calazadas de piedras blancas. Cruzará el tiempo. Y yo estaré con ella.

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