viernes, 13 de febrero de 2009

mayo 17, 2004

Mi adorada amiga,

Ayer soñé contigo, me invadió una extraña nostalgia: te soñé soñando.

"Aún no amanecía, era casi de madrugada, llegaba a una casa que tenía un sólo nivel. Era una ciudad que desconocía. Tu mamá me abría la puerta; parecía que ella ya sabía de mi arribo. No hubo palabras sólo un guiño de aprobación. Su mirada me indicó el sitio donde te encontrabas dormida. Miré por segundos la belleza de tu imagen: tu cuerpo en reposo apenas cubierto por sábanas blancas. Tu rostro afilado en un silencio apacible. Armonioso. Temí despertarte e inquietar tu sueño. Antes de salir, me sentí observada por alguien que estaba en otra habitación. Intenté mirar pero la oscuridad me impidió descubrir su identidad. Salí de ahí. Caminé a través de un largo corredor que me condujo a una avenida. Un hombre salió de un automóvil, se dirigió a la casa contigua. Escuchaba la detonación de una arma. Varios disparos. La gente de la avenida comenzó a esconderse, pero yo no sentía pánico, ni zozobra, nada. Sólo avanzaba, avanzaba. Avanzaba."

Lejos estoy de querer inquietarte con este relato onírico. Su contenido, mirarte con lo ojos cerrados, me provocó recordar que alguna vez me deslumbró tu desnudez, tu belleza --desearía conocer el trazo de las ensoñaciones que se dibujan sobre tu rostro. Mirar el azul de tus ojos cuando despiertas; mirarme en tus ojos, otra vez--. Es sólo mi melancolía. Nocturna y digavante. Aún poseo imágenes tuyas, mariposas en vuelo ligero. Libres. Aladas van y regresan cada vez que te pienso, cada vez que te siento. Y esta otra que guarda mi corazón.
Susana
*Años Luz. Veintiséis cartas y un largo poema de amor.

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