lunes, 18 de enero de 2010

Ella me interroga sobre la impresión de las historias que recién ha escrito y me ha enviado por mail. Aún no sé qué responderle. Me siento sorprendida. Muy sorprendida. Las he leído más de tres veces y la sorpresa es la constante. Eso mismo me hace pensar que los vínculos con las mujeres de mi vida tienen un fondo literario. A Azucena, la conocí en una serie de charlas que Margarita Peña ofreció en el Antiguo Colegio de San Ildefonso; Marcela era compañera de clases de Azucena y se convirtió en el personaje central de mis primeros cuentos publicados en la UNAM. Marcela y Azucena; Azucena y Marcela fueron una constante literaria en esos años tormentosos. La Literatura siempre nos sacó a flote cuando el barco amoroso se hundía. Percival el otro gran cómplice. El Poeta también deambuló conmigo en tantas páginas no escritas como aquella noche de septiembre, cuando Sabines dio su último recital en la Nezahualcóyotl. Los Amorosos.

Ella, la ex-esposa del escritor, la amante del poeta-pintor me interroga sobre sus escritos y sé que en su próxima entrega apareceremos Percival y yo. Ella será la narradora-omnisciente que todo lo sabe y todo lo ve. Ella se meterá en mi cabeza como se metió en nuestra piel. Acabará con él. Lo destruirá.

El final. "No quiero que termine" me repito mientras sigo leyendo. Y sé que me convertiré en un personaje mudo si logro sobrevivir. Seré su personaje testigo porque eso soy. Su testigo.

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