viernes, 7 de mayo de 2010

A Candy

Papá tenía una discapacidad visual que con los años se le acentuó más, yo tarde en descubrirla. Él mismo se encargó de ocultarla, se las arreglaba para salir a la calle y transitar cualquier rumbo. No había obstáculos. Tu papá no ve esto o aquello decía mi madre y me miraba suplicante. Acompañalo. Ver significa algo más, me repetía a mí misma durante aquellas escenas familiares. Qué es exactamente lo que no ve. Entonces me dedicaba a observar con detenimento sus movimientos. Incluso, él manejaba. Qué es aquello que no ve. Luego se me olvidaba todo y volvía a mis juegos infantiles. Una día sólo estábamos los dos en casa, y yo jugaba con monedas reales, me tragué un quinto, la moneda más pequeña por aquel tiempo. El ruido del sofoco hizo que llegara hasta donde yo me encontraba, de inmediato me abrió la boca e introdujó sus dedos. Después me reprendió. Fui una niña muy inquieta, cuando mi hermana y yo lo hartábamos, él se enfurecía tanto que nos perseguía y nosotras nos escondíamos debajo del lavadero, papá jamás nos encontró. Pero, mirar sus pasos y tenerlo ahí, frente a nosotras, nos llenaba de temor. Papá fue un hombre muy severo. Ya en la adolescencia, poco a poco nos fuimos distanciando o acercando según se lea. A veces me fumaba todos sus cigarros y él no decía nada. Ya no había regaños. A veces, muy pocas debo admitirlo, yo llegaba tarde a casa y nunca dijo nada. A veces sentía que no le importaba, otras tantas su indiferencia me parecía un gran castigo. Su silencio. A veces pensaba que su ceguera era cierta. Él no veía nada. Y lo sabía todo como un oráculo. Papá era homofóbico. Me amaba. Me amaba tanto como a la vida. Cuando murió me sentí otra vez niña, no entendía su muerte, como nunca entendí que significaba que otras personas dijeran que él no veía. Esa larga noche no lloré como no lo hice los días y el año siguientes su partida. Cuando papá aparece en mis sueños, él está vivo. Muy vivo. Entonces sí, mi llanto aparece como ahora que escribo estas líneas y entonces siento aquel sofoco del quinto atorado en mi garganta.

No hay comentarios:

Datos personales

Mi foto
Vivo en Amsterdam 62. Bis.