miércoles, 29 de octubre de 2008

El Poeta
Percibal Aldulcín
in memoriam
el encuentro
: Literatura y Arte. Estoy segura que fue en alguna de las clases de Mirta Bicecci donde te conocí. Era un placer escuchar tus participaciones en su clase. Tus razonamientos en torno a la guerra, a la locura y a la creación. Nadie nos presentó. Y las clases siguieron sin saber tu nombre y apellido. Rubio. Alto. Ojos claros. Voz Poética. Inconfundiblemente. Poética.
Lingüística, Historia Literaria I (I-II), Historia Literaria III (I-II), Lengua Extranjera V-VI, Seminario de Investigación Literaria, es decir, mi segundo y último período en la carrera, juntos. Leyendo (buscando lo mismo, supongo).
Las nuevas amistades. Los amores ridículos. Confudías sus nombres: a Azucena, la llamabas, Marcela. Y a Marcela, Marcela.
La complicidad: Brenda Martín del Campo, la de los Mochis, te acuerdas. Me abrazó. Una mentira piadosa. No era mi cumpleaños. Y Bernie, enamorado de ti, te obsequió una trusa roja. En tu no cumpleaños ¡Saliste corriendo!
*
Los diálogos interminables afuera de la biblioteca de la facultad. La fuente dejaba de funcionar. Las luces se apagaban, entonces el señor que cerraba las puertas se acercaba. Te miraba suplicante: "sólo apriete bien el candado cuando salgan". Salieron sí, muchas confesiones. Ni tú ni yo le pusimos candado a nuestros secretos.
*
Tu obsesión: Ana.
*
La poesía se desbordaba por tus labios. Cuántas metáforas vivas, experimentales, construías con sólo mirar la luz verde de un semáforo.
Y caminábamos lento porque No queríamos llegar a Ningún Lugar.
Y caminábamos lento porque No existía Tal Lugar.
Y caminábamos lento porque No había Tiempo.
Y caminábamos lento porque No existía el Tiempo.
Las horas. Las horas. Las horas. Las horas de junio.
Las horas eran poesía en tus labios. En tus manos.
*
Llegué a tu casa. Un ortóptero tridimensional nos dio la bienvenida. Fingimos no verlo.
Una motocicleta antiquísima instalada en el no-garage de la sala.
--¿Un trofeo? --te pregunté.
--De mi padre --la miraste orgulloso.
Un librero (de película muda). Silencioso. Todo estaba sepultado por la inexistencia del Tiempo.
Parecía que sólo tú y el cucarachón kafkiano eran habitantes de Tal Lugar.
Afuera
Hombres Travestidos. ¿Prostitutas? Alegres. (Des)coloridas
te ofrecían de sus labios: las buenas noches. La Gorgona.
Edison, era Tuya.
*
Una noche me embriagué en casa de Irlanda.
(esa noche fui una Mujer Torpe) (esa noche fui una Niña Asustada).
Tú, el Gran Espectador.
Mi Cuerpo. Divagó. Extraviado. Desnudo.
Esa noche. Fui La Mujer Torpe de un cuento infantil.
Tú, el Gran Espectador.
*
La bebida nos exorcizó.
Besé la Tierra.
Esa Noche invocó la confesión primera. Tu madre
envuelta en cables eléctricos. Un padre celoso. Loco.
Esa Noche, mi llanto rebotó como piedra sobre él.
Fui entonces tu madre. La niña que lloraba avergonzada. Sin consuelo.
"No soporto ver a una mujer llorando", dijiste.
"No soporto tu llanto. No soporto el llanto", repetiste.
Besé la Tierra.
*
London en tus labios era un poema visual:
In every cry of every man,
in every Infant's cry of fear,
in every voice, in every ban,
he mind-forged manacles I hear
*
Percibal, ¿existió algún desencuentro? ¿en qué momento dejamos de estar tan cerca?
(fue acaso cuando te convertiste en vegetariano) (o cuando tu intuición de macho, te dijo que algo tenía que ver con alguien que deseabas sólo para ti)
*
Percibal, Percibal, Percibal, qué misteriosos son los caminos de la vida.
Ella nos amó. A los dos.
(Y no sé a cuántos hombres y mujeres más).
Fuimos únicos. "Siglos de Oro", recuerdas.
*
¿En qué momento empezamos a estar tan lejos?
Aprendimos a volar, (Sí, fue eso), aprendimos a volar: juntos, Los Tres. Volamos Muy Alto.
Girondo, Girondo, Girondo
Sabines, Benedetti y tu siempre voz poética.
*
But must through midnight streets I hear
How the youthful Harlot's curse
Blasts the new-born Infant's tear,
And blights with plagues the Marriage hearse.
*
Alguien murmuró tu nombre
Alguien murmuró silencio
Alguien murmuró blessing you
*
el (des)encuentro:
tu suicidio.

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