miércoles, 29 de octubre de 2008

XII
Yo no sé de la infancia
más que un miedo luminoso
y una mano que me arrastra
a mi otra orilla
AP

Sentada está la niña en el recuerdo de la in-
somne. Sentada y sola, mudísima: sin boca,
sin palabras, con la cicatriz de los silentes en la
cerviz. Violenta la memoria de mujer. No pue-
de nombrarse desde dentro, no sabe morirse
ni olvidar. Dientes fragmentados, lunas en el
vientre, y esa voz de agua que no sangra, que
murmura los suicidios de los pájaros, que re-
vienta el luto de las alas en los dedos. ¡Tempes-
tuosa náusea la del viaje hacia el ayer! ¡Oscuros
los naufragios en el alma de la niña! Ya sus ojos
van lumbrando las espinas, va tejiendo con la
vulva hilos de pus y vacuidad, va buscando los
espejos y la muerte. Pero está sentada, sentada
y sola, mudísima: criatura seducida por el llan-
to de la noche.
DC

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